Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.

viernes, 24 de enero de 2014

Capítulo 17

Bueno, pues después de tanto tiempo sin poder escribir, por fin he sacado un huequillo y aquí está el siguiente capi. Necesito comentarios, por favor. Gracias. :)


Nuestras miradas se cruzaron, miradas burlonas. Su mirada decía: “Prepárate para la revancha”, y la mía decía: “más quisieras”. Habíamos hecho 5 concursos ya. En ellos yo había quedado en los primeros puestos. Por la mañana eran los concursos y por la tarde tenía que firmar autógrafos. Toda esa gente haciendo cola, empujándose y gritando sólo para tener una simple firma en un simple papel me agobiaba. Al final me cansaba y me iba a cuidar a Rayo. Él siempre era fiel, me esperaba en la cuadra, tranquilo, sin dar patadas ni poner nerviosos a los otros caballos.
         Iba 3º en la clasificación general y Daniel iba 5º. Estábamos cerca, pero él siempre fingía que le molestaba ir por debajo de mí. Algunos días en los que no había concursos nos íbamos a montar a pelo con nuestros caballos al campo que había y hacíamos carreras. A veces, él ganaba y otras veces ganaba yo, pero eso a mí me daba igual. Lo único que me importaba era que estaba con el chico de mis sueños, junto a mi caballo, mi mejor amigo. Y estaba siendo la mejor etapa de mi vida.
         Era el turno de Daniel. Contemplé los pasos de su caballo, su brillante actuación sin fallos, su mirada decidida. Cuando terminó, le felicité y le dije:
         -Esta vez me ganas seguro.
         -Qué va, tú lo has hecho mejor aún.
         -Eso está por ver… Los jueces son los que juzgan, no nosotros.
         -Yo creo que vas a quedar primera en estas Olimpiadas y vas a hacer un nuevo récord de puntuación.
         -¿¡Qué dices!? Más quisiera yo, pero aún me queda mucho por aprender y por mejorar.
         -Vas muy bien, seguro que ganas la medalla de bronce, al menos.
         -Si no hay ningún percance, puede que sí que pueda ganar una medalla.
         -Sé optimista. –Me besó y se fue a dejar a su caballo. Quedaba una mujer con un caballo blanco con un cuello que me enamoró. Pero por mucho que me enamorase yo siempre pensaré que Rayo es el mejor de todos, porque es el único que me comprende, que sabe lo que le quiero decir y aunque no sea el mejor caballo del mundo, es el mejor caballo para mí.
         Ese día quedé 2º, pero en la clasificación general aún seguía tercera, pegada a los talones del 2º. Pero yo sabía que Rayo estaba dando lo mejor de sí y no podía forzarle más, él sólo hacía lo que podía y yo estaba muy contenta con su rendimiento. Daniel subió un puesto: pasó de ser 5º al 4º. Estábamos muy contentos los dos y lo celebramos dando uno de nuestros paseos a pelo.
         -Felicidades, cielo. –me dijo.
         -Nuestra carrera ecuestre está dando un gran paso.
         -Sí…-se quedó pensativo.
         -¿Qué pasa?
         -Bueno…creo que ya es hora de que te cuente cómo empezó mi carrera ecuestre dado que somos novios y puede que tengamos futuro juntos.
         -Siempre me ha intrigado tu pasado…
         -Bueno, antes de que diga nada, quiero que sepas que me duele mucho hablar de este tema.
         -Está bien.
         -Bueno, para empezar, podríamos decir que me quedé huérfano a los 8 años. Me quedé sin familia alguna. Ni abuelos, ni tíos, ya que mis padres no tenían hermanos. Sólo tenía un amigo que conocí en la escuela. Tenía mucha confianza con él, le contaba todos mis problemas, era el único amigo que tenía, ya que el resto se burlaba de mí porque era muy delgado.
         -Eso también me pasó a mí. La gente se burlaba de mí por mi amor a los caballos. Es algo que nunca he entendido. ¿Es que ellos no tienen defectos? Todo el mundo tiene y ellos también y no tienen por qué burlarse de la gente “inferior”.
         -La gente es insoportable hoy en día. Bueno, sigo. Cuando mi padre murió (mi madre había muerto en el parto, para mi desgracia), me quedé con mi amigo algunos meses. Lo pasábamos muy bien juntos hasta que se tuvieron que mudar por temas de trabajo. Esos meses los pasé muy mal. Me quedaba en la calle tirado, pidiendo limosna, intentando subsistir un día más. Pero eso no servía de nada. Cada vez estaba más delgado, dejé de ir a la escuela porque apenas podía moverme. Pero un día, una chica (no me acuerdo de su aspecto pero recuerdo que era bastante guapa), se me acercó y me dio un billete de 50 euros. Yo, sorprendido, le di las gracias mil y una veces, pero ella se fue después de susurrarme: “Huye de aquí, vete a un lugar donde puedas vivir en paz, donde la gente te acepte, donde puedas disfrutar”. Y entonces pensé “¿qué gente me acepta? Absolutamente nadie me acepta. No tengo amigos, no tengo nada. Lo menos que puedo hacer es morirme y descansar en paz”. Pero mi instinto de supervivencia luchaba un día tras otro y decidí que tendría que hacer algo.
         En ese momento sonó mi teléfono. Lo saqué de mi bolsillo y vi que era un número desconocido, pero a la vez me resultaba familiar, no sé de qué.
         -¿Lo cojo? –le pregunté a Daniel.
         -Prueba.
         -Vale.
         Descolgué y sonó una voz jadeante al otro lado:
         -¡Hola, cariño! ¡Cuánto tiempo! ¡Te echábamos de menos! Ains, mi niña.
         -¿Qué? ¿Quién anda ahí? ¿Quién eres?
         -¿No recuerdas? Eres mi niña. Soy tu madre.
         -¿Mamá? ¿Eres…tú? ¿De verdad? ¡No me lo puedo creer!
      -Cielo, tu padre y yo estamos en Londres, es una larga historia. Quedamos mañana a las 17:00 en el parque al lado de tu hotel y ya hablamos, ¿vale?
         -¿Cómo sabéis dónde está mi hotel?
         -Ya te lo explicaremos, mi vida…Bueno, que tengo trabajo, me voy, adiós.
         -Hasta luego.
       -Madres…siempre preocupadas por nosotros…son unas pesadas…-dijo Daniel.
          -¿¡Cómo te atreves!? ¡¡Llevo sin ver a mi madre desde hace muchos años y ahora dices que es una pesada!! ¡Vete a la mierda! –me di la vuelta con Rayo y me dirigí a los establos para dejarle en su cuadra. Daniel trotó tras de mí, para intentar alcanzarme, pero yo salí de allí a galope tendido y no dejé que el caballo palomino de Daniel me adelantara. Estaba de muy mal humor, mi vida había dado un giro brusco: mis padres me habían encontrado, eso significaba que aún les importaba después de tantos años y que no querían perder a su niñita. Estaba muy enfadada con Daniel y a la vez sentía curiosidad por cómo les había ido a mis padres después de tantos años. Cuando dejé a Rayo en la cuadra me fui a mi habitación del hotel. Ni Stacy ni María estaban, porque estarían visitando Londres. Me tumbé en la cama, observando mi teléfono. Había algunas fotos muy, muy, muy antiguas, de cuando estuve con mis padres. No había cambiado de móvil hasta entonces, ya que lo usaba poco y lo cuidaba bastante. Y de pronto, me vino un nudo en la garganta y me eché a llorar. Me vino la nostalgia y la morriña de repente, me sentía culpable de haber abandonado a mis padres, de haberlos dejados solos, sin nadie a quien cuidar, envejeciendo poco a poco, sin ver a su hijita crecer. Y así me quedé, mirando las fotos y recordando esos maravillosos momentos junto a mis padres. 

domingo, 12 de enero de 2014

Capítulo 16

La pista de entrenamiento estaba desierta. Nadie más que yo estaba ensayando. Hoy era el último día de prácticas antes del primer concurso. Todo el mundo estaba dejando descansar a sus caballos pero yo había decidido seguir practicando para tenerlo más seguro, además de que Rayo se aburriría si le dejaba en la cuadra todo el día. Él mismo quería seguir practicando. Sin su permiso, no le hubiera sacado a entrenar. Por la mañana no le había sacado, le había dejado que descansase un poco.
         Eran las 5 y media. No había nadie en la pista ni nadie en las gradas. No había ningún ruido más que los cascos de Rayo al pisar el suelo y trotar elegantemente. Sin embargo, me sentía observada. No había levantado la cabeza para mirar las gradas porque estaba muy concentrada. Así que seguía ensayando con esa extraña sensación de que alguien me observaba. Pasé varios minutos así, pero mi curiosidad hizo que echase un vistazo a los asientos. Todo solitario. Pero justo en una esquinita en la parte de arriba, en la parte más alta, había un chico rubio con los ojos azules. El chico misterioso. Al verle, se fue corriendo. Yo reaccioné rápidamente: desmonté, dejé a Rayo en la pista y fui corriendo tras él. Como tenía que bajar de las gradas para salir afuera, yo había tardado menos y le estaba esperando en la puerta, cortándole el paso.
         -¿Qué hacías viéndome?
         -No estaba viéndote. –dijo agachando la cabeza.
         -¿Entonces qué estabas haciendo? ¿Ver al jinete invisible entrenar? –pregunté con ironía.
         -Ya me iba.
         -¿No tendrías que estar con tu caballo?
         -Está bien. Está claro que estaba viéndote. No lo puedo evitar. Tú y Rayo hacéis una muy buena pareja y tenéis posibilidades de ganar.
         -Gracias. Pero yo creo que es algo más que eso… -sus mejillas se estaban tiñendo de un tono rojizo.
         -¿Qué más puede ser?
         -No sé, dímelo tú. –Cada vez estaba más colorado.
         -¡Me estás agobiando!
         -¿Yo? ¿Yo te estoy agobiando? ¡Eres tú el que estabas observándome!
         -Me voy, adiós, tengo que cuidar de mi caballo. –Le corté el paso antes de que se fuera, no iba a permitir que se escaquease otra vez.
         -Si lo tuvieras que cuidar, lo habrías hecho antes. Ahora en serio, dime la verdad: ¿qué hacías viéndome?
         -¡Ya te lo he dicho! Os admiro. Admiro los pasos de Rayo, tan elegantes, tan…indescriptibles. Y sobre todo te admiro a ti. La forma en que montas demuestra que tienes una gran experiencia con los caballos. ¿Qué más quieres que te diga? –Se había puesto tan rojo como un tomate y se le notaba mucho. Él mismo se había dado cuanta porque agachó la cabeza para intentar disimularlo.
         Le miré a los ojos. Noté que se estaba aguantando las lágrimas. Estaba al límite. Levantó la cabeza para mirarme él también. Nos quedamos mirándonos a los ojos. Le abracé.
         -¿De verdad crees que monto bien? –le susurré en la oreja. Seguíamos abrazados. Al principio él no estaba muy convencido y trató de desasirse, pero al final me abrazó él también. El tono rojizo de sus carrillos se volvió a su estado normal, poco a poco.
         -Te he visto, eres una magnífica amazona.
         -Tú también.-Corté el abrazo y le miré a los ojos. –Bueno, tengo que seguir ensayando.
         -Yo creo que ya has ensayado mucho.
         -¿Qué insinúas?
         -Quiero que vayamos a tomar algo.
         -No sé si ir. No quiero tomar bebidas fuertes antes del concurso.
         -Podrás pedir lo que quieras.
         -Está bien, me has convencido. La verdad, Rayo se merece un descanso y yo también. Además, debemos estar preparados para mañana. ¿Me acompañas a dejar a Rayo en su cuadra?
         -Por supuesto. –sonrió.
         Rayo, al estar sólo en una pista tan grande, se sentía en semilibertad. Estaba galopando y dando coces a lo loco, como si fuese un potro. Me reí. Después del duro trabajo, Rayo se merecía un poco de diversión. Le dejé unos minutos más disfrutando y me metí en la pista. Al verme, se acercó a mí y le llevé hasta la puerta, donde salimos.
         -Cambio de planes. Tengo una idea. –dije. –Rayo aún tiene ganas de correr.
         -¿Qué quieres que hagamos?
         -Ya lo verás. –sonreí enigmáticamente.
         Llevamos a Rayo a los establos y le quité la silla, pero el bocado no.
         -¿Por qué no le quitas el bocado? –preguntó.
         -¿Sabes montar a pelo?
         -Nunca lo he hecho.
         -Siempre hay una vez para todo. Simplemente, déjate llevar.
         -Está bien.
         Rayo se tumbó porque era lo que siempre hacía cuando montaba a pelo, para ayudarme a subir. Así, sin dificultad alguna, nos subimos sobre Rayo, yo detrás de él y salimos al paso.
         -Conozco un campo cerca de aquí. –dije.
         -Vayamos entonces. Esto de montar a pelo mola.
         -Ya te lo dije.
         Cuando llegamos al campo le dije que si estaba preparado para galopar. Me contestó que sí, aunque tenía una tono inseguro en la voz. Pero de todas formas, salí al galope con Rayo; noté que me estaba agarrando mucho de la cadera así que paré.
         -Me estás haciendo daño.
         -Ah, perdón, lo siento, es que me da un poco de miedo.
         -No pasa nada. Pero mira, lo mejor que puedes hacer es estirar los brazos y dejarte llevar. Sentir el viento en tu rostro, sentir la velocidad, el latido de tu corazón, la armonía del mundo.
         -Vaya. Qué profundo. Lo intentaré.
         -Mira, yo voy a soltar las riendas y a extender los brazos para intentar tocar el cielo con las yemas de mis dedos. Voy a dejar que Rayo vaya por donde quiera, como en los viejos tiempos. Voy a dejar que los dos disfrutemos y voy a hacer que tú también disfrutes de esta experiencia. –Sonrió y dijo:
         -¡¡¡Adelante!!!
         Rayo echó a galopar. Sentí sus manos agarradas a mis caderas, pero poco a poco, la presión fue aflojando hasta que ya no sentí nada más. Solté las riendas y alcé las manos. Sentí esa sensación de libertad que siempre aparecía cuando montaba a pelo. Unas manos cogieron las mías y nos quedamos agarrados con las manos alzadas. Escuché un grito que se perdía con la velocidad del viento. Un grito de indio, un grito salvaje y de libertad.          
         -¿Cómo te llamas? –grité para que se me oyese. Con el ruido del viento chocar contra nuestros cuerpos, no se nos oía casi nada.
         -Daniel. –Por fin. Por fin sabía su nombre. -¡¡Esto es flipante!! Por cierto, ¿cómo te llamas tú?
         -Marta. -Seguimos galopando hasta que Rayo empezó a bajar la velocidad: se estaba cansando.
         -¿Qué? ¿Te ha gustado? –le pregunté.
         -¿Que si me ha gustado? Este ha sido el mejor día de mi vida. No sólo he galopado a pelo y me he sentido libre sino también me he enamorado. –Ya no se puso colorado. Ahora no le daba vergüenza expresar sus sentimientos.

         -Yo también me he enamorado de un chico muy especial. –Nos bajamos de Rayo y nos acercamos poco a poco. Nuestros labios se juntaron y nos enzarzamos en un largo beso, lleno de amor, cariño, ternura y felicidad. 

miércoles, 8 de enero de 2014

Capítulo 15

Yo tenía 15 años y Rayo 11. Stacy dijo que nos presentásemos a las olimpiadas y eso hicimos. Después, hicimos un concurso para seleccionar a los ganadores que participarían en las olimpiadas. Rayo estaba muy desarrollado, tenía un cuello musculoso, y la grupa redondeada. Ahora sí que el nivel era muy alto. Los jueces nos miraban serios, buscando cualquier error para bajar la puntuación. Estaba bastante nerviosa, pero Rayo me tranquilizaba. Con un escalofrío en la espalda salí a la pista, dispuesta a hacer el ejercicio. Afortunadamente, Rayo lo hizo muy bien, teniendo en cuenta mi nerviosismo. Para mí sorpresa, quedé de las primeras. Esa noche, hicimos una fiesta, Stacy, María y yo, pusimos música y bailamos todo el rato. Y por supuesto, también dimos un paseo a caballo todas juntas y echamos carreras.
         Estuve haciendo las maletas y preparando todo antes del viaje a Londres. No controlaba muy bien el inglés, pero daba igual porque los servicios de habitaciones y de la comida ya estaban pagados y no había nada de qué hablar. Stacy y María me acompañarían y me ayudarían a cuidar de Rayo y de mí misma. Stacy tenía un van donde transportar a Rayo. Aunque tardaríamos bastante porque iríamos en la caravana en vez del avión. La caravana era bastante confortable, dentro de lo que cabe. Era como una casa pero todo más apelotonado. Tenía todo lo necesario: camas, servicio, mesa y sillas para comer, cocina y despensa. Todos los días del viaje los pasaba viendo a Rayo por la rejilla del van, tranquilizándole y diciéndole que ya quedaba poco aunque quedase bastante aún.
         Cuando llegamos, nos instalamos en un hotel y dejamos a Rayo en unos establos, cerca del hotel. Entrenaba con él todos los días. Esta vez habría que ponerse las pilas porque esto era una cosa seria y no un concurso de niños. Habría unos 10 concursos donde se eliminarían concursantes poco a poco y después de eso se decidiría el ganador. Hicimos el desfile y vi a toda una inmensa multitud que nos felicitaba a gritos. Había mucho jaleo y por una vez en mi vida me sentí importante.
         Al tercer día, fui a entrenar con Rayo, como siempre. Tendríamos unos 6 días para entrenar e instalarnos y luego empezarían los concursos. Yo estaba centrada y no muy nerviosa porque confiaba en Rayo y sabía que lo haríamos bien.  Así que estaba ensillando a Rayo y preparándolo y también viendo los caballos que estaban entrenando en la pista. Vi a un caballo albino, otro negro como el carbón, algunos castaños y…un palomino. Me pareció raro porque casi nunca había visto a caballos palominos y menos en las olimpiadas. Era precioso, tenía que reconocerlo. Pero cuando miré quién era el jinete, me di un susto de muerte. Me quedé con la boca abierta, asombrada, ya que no me lo esperaba. Dejé de atender a Rayo y me quedé quieta por unos segundos. Me acerqué a él aún asombrada (parecía boba) y le dije:
         -Tú…eres… -el chico también me reconoció.
         -Y tú eres… -Sus ojos azulados brillaban con intensidad y su pelo rubio resplandecía.
         -¡No me lo puedo creer! Eres aquel chico. El del bosque, ¿no?
         -Sí.
         -¿Qué hacías allí? –el chico ya no era paliducho y delgado. Ahora era un joven ya desarrollado.
         -No me apetece hablar de ello. Me trae malos recuerdos.
         -Oh…lo siento. Bueno pues… ¿cómo has llegado hasta aquí?
         -Es una larga historia que no suelo contar a los desconocidos. –Al parecer el chico no era muy hablador. Pero por una parte lo entendía. Puede que tuviera un pasado en soledad y que no estuviese acostumbrado a la compañía.
         -Entiendo. –Nos quedamos unos segundos callados. Era un silencio bastante incómodo que me irritaba. Estaba pensando qué preguntarle ahora cuando el chico dijo:
         -Me voy a entrenar. Adiós. –Y se marchó, así sin más. Me quedé ahí tirada mirando cómo entrenaba. Me había quedado como la primera vez que le vi. Las preguntas seguían rondando por mi cabeza pero ahora sentía más curiosidad por él. Si él estaba allí era porque el destino lo había querido y esto no era una casualidad. No era fácil, ni mucho menos llegar a las olimpiadas. No podía hacerlo cualquiera. Seguí mirando como entrenaba hasta que mi cabeza volvió a la tierra y me di cuenta de que Rayo me estaba esperando. Fui a la pista a lomos de Rayo y empezamos a ensayar el ejercicio. De vez en cuando yo le echaba un ojo al chico. Lo hacía muy bien.
         De repente y sin que yo me lo esperase, Rayo dio un bote y perdí el equilibrio.

         -¡Eh! –Rayo giró el cuello para poder mirarme con el ojo derecho. Me di cuenta de que apenas le estaba prestando atención y que por eso se había enfadado. Así que decidí centrarme. Me olvidé del chico y seguí ensayando. 

martes, 7 de enero de 2014

Liebster Award

Soy nueva en blogger y sólo tengo un blog que lo empecé este curso. Me habéis dado una bienvenida muy buena (pocos, pero los suficientes, para mí) y me ha sorprendido mucho cuando Ana Li me ha nominado al premio Liebster Awars. No sabía que escribía lo suficientemente bien como para recibir este premio. Y menos ser nominada por ella, que escribe pequeñas entradas sobre la vida que te pueden ayudar siempre y que yo recomiendo porque expresa sensaciones muy profundas, bien redactadas, y también escribe algunos relatos. Su blog es Lágrimas de letras y tiene mucha razón. De verdad que os lo recomiendo. Muchas gracias, Ana, por nominarme. Por cierto, no eres la tristeza en persona. Para mí eres la alegría en persona ^^.

Ahora me toca premiar 11 blogs y estas son las condiciones cuando les mencione:
1. Darle las gracias a la persona que te haya nominado. 
2. Seguir el blog de éste. 
3. Visitar los blogs que hayan sido también premiados. 
4. Responder las once preguntas que te haya planteado. 
5. Volver a nominar otros once blogs y crear otras once preguntas. 
6. Avisarles de que han sido nominados. 
7. Poner la foto del premio en tu blog (puede ser la verde o la rosa). 


Os recomiendo que os paséis por estos blogs que voy a nominar ahora: (aún no tengo los 11 blogs, sólo voy a escribir 10 pero cuando pueda publicaré una entrada con el resto de los blogs, es que aún no conozco muchos)

Las preguntas que me han planteado han sido estas:
¿Qué es la felicidad para ti? Estar a gusto contigo mismo y disfrutar de la vida.
¿Cuál es tu mayor sueño? Tener un caballo.
¿Qué es lo que sientes al sumergirte en un libro? ¿Y al escribir? Al leer me teletransporto a un lugar donde todo es posible, donde mis pensamientos se olvidan y donde mi imaginación cobra vida. Al escribir, mis pensamientos se liberan y es más o menos como al leer.
Descríbete en una frase. Soy una chica tímida que no es capaz de expresar sus sentimientos hablando, y por eso escribe.
¿Cómo empezaste a escribir? A los 7/8 años ya hacía cuentos en papel. No sé por qué me vino la idea, ya no me acuerdo. Lo que sí recuerdo era que la lectura me fascinaba y que quería crear mi propio mundo a través de le escritura.
¿Estás contento/a con lo que has logrado en tu blog? ¿Por qué? Sí porque he liberado todas mi emociones y pensamientos aunque aún me queda por escribir.
¿Qué género literario te gusta más? ¿Y menos? La fantasía me encanta y no me gusta el terror y las batallas. El amor tampoco me llama mucho la atención.
¿Crees que leer te ha hecho madurar? ¡Por supuesto! Leyendo aprendes mucho y te das cuenta del verdadero significado de la vida.
¿Cómo fue tu comienzo en Blogger? Me llamaban la atención los blogs y simplemente creé uno para probar.
De la Blogosfera, ¿a quién agradecerías más que los demás? No sé cómo se llama en Blogger pero en el Tuenti se llama Horses Lover y en la realidad Bea Sanz. Ella fue quien me inspiró a crear un blog.
¿Qué desearías decirle a los escritores de aquí? Hay algunos escritores que no saben hacer novelas y a esas personas las diré que abandonen Blogger porque lo suyo no es la escritura o si no, que se esfuercen más. Pero hay otros que tiene talento y que seguramente se harán famosos cuando sean mayores. Mucha suerte a ellos. Otros simplemente escriben por placer y la verdad que no lo hacen nada mal. Felicidades.

Mis preguntas son:
1.     ¿Por qué creaste un blog? ¿Qué te inspiró a hacerlo?
2.     ¿Cuáles son tus libros favoritos?
3.     ¿Cuál es tu escritor/escritora favorito/a?
4.     ¿Cómo te sientes al escribir y al leer?
5.     ¿Qué es lo que más te gusta de la vida?
6.     ¿Qué es más importante para ti: tener pocos seguidores sabiendo que haces un buen trabajo o tener muchos seguidores sabiendo que apenas te esfuerzas?
7.     ¿Sobre qué te gusta escribir?
8.     ¿Cuál es tu sueño en la vida?
9.     ¿Eres luchador o te rindes fácilmente?
10. ¿A quién dedicas tu blog?
     11. ¿Qué les dirías a las personas a las que les gustaría escribir una novela?

¡Felicidades a los premiados! Un saludo

domingo, 5 de enero de 2014

Queridos lectores

Con el inicio de las clases mi tiempo se acaba y con ello el tiempo que dedico al blog. Quería terminar la novela antes de que empezara el instituto, pero veo que mis objetivos no se han cumplido. Así que durante estos 3 mesecitos, tendré el blog un poco abandonado. Quizás busque tiempo algún fin de semana, pero aún así voy a tardar mucho en escribir los capítulos y hasta puede que se me olvide un poco la historia. Lo siento mucho. Sé que os gusta mi historia aunque tenga pocos lectores y querréis que siga escribiendo pero tengo muchas cosas que hacer y estudiar, así que de verdad que lo siento. Intentaré buscar algo de tiempo. 

sábado, 4 de enero de 2014

Frases de caballos inventadas por mí

-Los caballos son únicos, cada uno es diferente y por eso son especiales.
-El caballo es algo más que un animal, es una amigo que confía en ti y que siempre te va a ayudar.
-Libertad es poder galopar a una velocidad de vértigo sin parar por la playa, pradera o bosque, mientras el viento te envuelve.
-A veces, los caballos se comunican con nosotros, pero sólo los jinetes podemos notar lo que quieren decirnos.
-Los caballos sienten lo que tú sientes, por eso es importante tener confianza en él.
-Lo más importante de la equitación es tener confianza en el caballo porque si tú estás tranquilo, el caballo también lo va a estar.
-El caballo, un animal especial que es capaz de sentir lo que tú sientes y hacer todo lo que pueda para ayudarte.
-Miradas, relinchos, sensaciones que nunca olvidarás y que te llegarán hasta lo más profundo de tu corazón.
-Hay miradas que te seducen pero las miradas que te enamoran son las de los caballos.
-Cuando me subo a un caballo, olvido todas mis preocupaciones y disfruto, es como si estuviera en otro mundo.
-Los caballos van más allá de la perfección.


Equitación

Un deporte como otro cualquiera, especial para todos los jinetes y amazonas. Tienes que tener mucha paciencia para llegar a controlar a un animal de 500 kg, 1'75 m por un idioma que no se habla. Las caídas, los daños, son cosas imprevisibles, que se sufren, pero que hay que superarlas. En este deporte se sufre, pero todo el vacío que te provoca ese sufrimiento, lo llena el amor que sientes por este maravilloso animal: el caballo. Cada vez que te acercas a él, cada vez que lo montas, que te diviertes con él, tu corazón palpita con fuerza, tu respiración va más rápida, sientes un escalofrío en la espalda. Pero no por miedo, sino por algo inexplicable, una sensación única y maravillosa que te provoca el estar con ese animal. Las personas que dicen que no es un deporte, no saben el sacrificio que tenemos que hacer los jinetes, no saben lo que sufrimos por nuestros caballos, no saben que nos ponemos en peligro cada vez que nos subimos a un caballo. No saben nada porque no son de nuestro mundo. Para ellos no es más que subirse a un animal y pensar que te obedezca leyéndote la mente. Pero nosotros sabemos que no eso. Es mucho más. Se establecen vínculos, lazos, amor, entre el animal que más queremos y nosotros hasta llegar a tal punto de que el caballo te lee la mente, mirándote a los ojos y lo mismo pasa con el jinete. Un animal fiel, cariñoso, que te ayudará a superar el día a día, y a ignorar a las personas que no son de nuestro mundo, que no entienden nada.

Capítulo 14 (Un puente hacia la libertad)

          -Yo creo que deberías olvidarte de ese chico. –comentó María.
         -Lo intento pero no puedo. Es algo difícil de explicar. Aunque esté pensando en otra cosa la imagen de aquel chico siempre me viene a la mente.
         -Pues tendremos que hacer algo.
         -Yo creo que deberíamos dejar de hablar del crío y centrarnos en el presente.
         -Sí, eso. ¿Cuánto queda? –observé la pradera para ver cuánto nos quedaba.
        -¡Ya estamos! –exclamé. –María se quedó con cara de “yo no veo nada”. –Fíjate, ¿no ves unas casitas a lo lejos?
         -¡Es verdad! ¡Al galope, Rayo! –Rayo, al reconocer el lugar se lanzó a galope tendido hasta el club donde Stacy nos esperaba. María se olvidó del dolor del hombro y esta vez galopó pero sin ninguna preocupación.
         Llegamos y Stacy nos saludó con un cálido abrazo. Le conté lo que había pasado, aunque ella ya conocía a María porque la había hablado mucho de ella. Dejé a Rayo en su cuadra y acompañé a María al médico junto con Stacy. Le pusieron un cabestrillo y dijeron que no podría hacer deporte en unos días porque tenía el hombro dislocado.    
         -¿Me enseñas a montar, Marta?
         -¡Sí, vamos!
         -Eh, ¿dónde vais? Alto ahí, señoritas. El médico ha dicho que no puedes hacer deporte. –nos recordó Stacy.
         -Jolín, si ya han pasado 3 días. –replicó María.
         -El médico dijo que hasta dentro de dos semanas no puedes montar.-Esos tres días María los había pasado viéndome entrenar con Rayo. Yo estaba empezando a cansarme del salto. Ya saltaba 1.20 m, incluso llegué a saltar 1.40 en salto aislado. Pero al fin y al cabo, sólo era saltar como indica su nombre. En cambio la doma era la armonía entre caballo y jinete, la coordinación y los movimientos. Era una disciplina prácticamente infinita en la que nunca se dejaba de aprender. Era tan bella y tan compleja a la vez que me enamoré. Así que seguía enseñando a Rayo los cambios de mano al galope, los apoyos al galope, pirueta al paso, trote y galope, paso español y muchas cosas más.
         María tenía cada vez más ganas de montar a caballo y verme  hacerlo era algo que aumentaba sus ganas. Por eso sólo aguantó 3 días y cuando Stacy la dijo que no podía aún se deprimió bastante.
         -Tranquila, que dos semanas se pasan rápido. –la consolé.
      -Pero si te veo montar es como una tortura, verte tan alegre montando mientras que yo no puedo.
         -Pues no me veas.
       -¡Pero es que me encanta verte! Además, no tengo otra cosa que hacer.- Pasaron dos días más y no me gustaba verla tan triste de modo que a escondidas ensillé a un caballo muy dócil, el más manso de la hípica y le dije a María que montase. Ella, aún no muy convencida dijo:
         -¿Y si nos pillan?
         -Tranquila, Stacy está limpiando los establos y suele tardar como una hora o así en terminar. Ya lo tengo todo calculado.
         -¿Y si me caigo?
         -Oh, por dios, no te vas a caer, este caballo es para niños pequeños y no hace nada.
         -¿Y si…?
      -¡Deja ya de hacer preguntas! ¿Quieres montar o no? –exclamé un poco enfadada.
         -Sí…-dijo en un suspiro. Por un lado quería montar pero por otro le daba un poco de miedo.
         -Tranquila, no te pasará nada. –Había sido un poco dura con ella así que la tranquilicé. La ayudé a subir, lo que nos costó mucho, ya que no podía agarrarse con el brazo izquierdo. Cuando estuvo subida empezó a andar, yo delante del caballo, para que sintiese la sensación y la estuve explicando la posición de los pies, las piernas, la espalda, los brazos y las manos. Al final de la clase trotamos y la enseñé a levantar el culo y a hacer trote levantado. El galope lo dejaríamos para cuando se curase del brazo. Así, algunos días, cuando Stacy estaba ocupada montábamos y yo la enseñaba todo esto y a iniciarla un poco en Doma Clásica. Cada vez le dolía menos el brazo pero aún no podía moverlo.
         -¿Crees que mis padres estarán preocupados por mí? –me preguntó María.
         -Si te han abandonado de ese modo, no creo.
         -A lo mejor no se han dado cuenta.
         -O a lo mejor querían librarse de una boca a la que alimentar.
         -Entonces se hubieran librado de la abuela. –nos echamos a reír.
        -Pero no tuvieron oportunidad. Contigo sí, y si no hubiera sido por mí, seguro que te hubieran dejado a merced del banco. Dijeron que íbamos al norte porque no se les ocurría otra cosa y no sé si te diste cuenta, pero se quedaron pensando antes de responder. Eso es porque estaban pensando una mentira. Y eso explica también por qué se mantuvieron tan alejados de nosotras durante el viaje.
         -No me lo puedo creer…todos estos años han querido librarse de mí… ¿y la abuela? La abuela me quería.
         -O puede que sólo estuviera fingiendo.
         -¿Y eso en qué la beneficiaría?
         -Buena pregunta…pero no sé la respuesta.
         -Bueno… ¿y tus padres? ¿No les echas de menos?
         -Ahora mi única madre es Stacy. Y para mí, mi antigua familia quedó olvidada hace mucho tiempo. Sólo son una jodida familia que no saben respetar los gustos de los demás.
         -Shhh…no digas palabrotas que Stacy nos va a oír.
         -Ejem… ¿qué estás haciendo, María? –Stacy nos sorprendió. Estábamos en una de nuestras “clases” y nos habían pillado. Nos quedamos mudas por un instante pero enseguida yo dije:
         -Sólo estábamos montando un poco…es que parecía tan triste…pero ya lo íbamos a dejar.
         -¿Qué os advertí yo?
         -Que no montásemos. Pero no es justo. Yo quiero montar. –replicó María.
         -Sois unas cabezonas. Lo hago por vosotras no por mí. Yo sólo quiero que no os pase nada y vosotras queréis haceros daño. Pues allá vosotras. Haced lo que queráis pero cuando te caigas o te duela el brazo ya no me pidas ayuda. –y se fue bastante enfadada.
         -Creo que deberíamos dejarlo, María.

         -Sí, será lo mejor, Stacy tiene razón.

viernes, 3 de enero de 2014

Capítulo 13 (Un puente hacia la libertad)

-Parece que se avecina una tormenta… –le comenté a María. Y era cierto: las grises nubes amenazaban con un chaparrón. –A Rayo no le gusta la lluvia. Vamos a tener que buscar refugio. –Rayo estaba empezando a sentirse nervioso e inquieto y estaba dando botes, lo que hizo que María se asustara. –María, no estés nerviosa que si no Rayo se pondrá más nervioso aún.
         -Intento tranquilizarme pero esto no es seguro. No tengo estribos donde apoyarme ni nada donde agarrarme.
         -Te puedes sujetar a las crines. –Cogí un mechón de las crines de Rayo y se lo tendí a María para que se agarrase. –Por mucho que le tires del pelo, él no lo notará.
         -Está bien. –María cogió el mechón, aún un tanto insegura. El coche estaba bastante lejos y decidí apresurarme. Puse a Rayo al galope pero un rayo apareció en el cielo oscuro y unos segundos más tarde el sonido del trueno hizo que Rayo se encabritara y se pusiera a dos patas. Intenté sujetar a María todo lo que pude, pero su peso me empujó hacia atrás y me caí. María seguía sobre Rayo cuando él se alejó a galope tendido y yo quedé inconsciente sobre el suelo húmedo. Lo último que vi fue una sombra que se deslizaba por el bosque rápidamente y con una ligereza increíble.

         Desperté cuando la tormenta había amainado un poco. Seguía chispeando ligeramente pero el cielo se estaba clareando poco a poco. Me dolía la cabeza y seguro que tendría un buen coscorrón en la cabeza pero no me sangraba porque el casco me había amortiguado el golpe. Un chico rubio, pálido, con los ojos azules, delgado y pequeño estaba delante de mí, observándome pero sin decir ni una palabra.
         -¿Quién eres? –la pregunta le sobresaltó y se fue corriendo del bosque con una rapidez asombrosa. Intenté detenerle pero todos mis esfuerzos fueron en vano. No podía alcanzarle por muy rápida que fuese. Decidí abandonar pero la imagen del chico rubio se había grabado en mi mente y mil preguntas estaban rondando en mi cabeza. ¿Quién era ese chico? ¿Por qué me estaba mirando sin decirme nada? Estaba sumida en mis pensamientos cuando oí un ruido de cascos y un potente relincho. Me di la vuelta y vi a mi tan querido caballo. Le abracé con fuerza y le pregunté que dónde estaba María. Rayo hizo un gesto con la cabeza para que me subiera a sus lomos. Él me había encontrado y me había salvado la vida. Si no fuera por él, ahora seguiría abandonada en el bosque comiéndome la cabeza, sedienta y hambrienta y sin nadie a quien abrazar. Pero ahora estaba a lomos de Rayo, galopando a pelo por la pradera como en los viejos tiempos, buscando a María. Tras unos minutos al galope, vimos una silueta a lo lejos tirada en el suelo. Nos acercamos rápidamente y reconocí a María que estaba inconsciente. Desmonté e intenté despertar a María. Le di una torta en la cara para que se despertase y dos más hasta que volvió en sí. Estuve preguntándola qué había pasado y ella respondió:
         -No sé…fue todo muy confuso…Sólo recuerdo a Rayo huyendo de mí asustado y el coche a lo lejos que casi no le veía. No sé por qué no nos esperan ni nos vienen a buscar.
         -Bueno yo…recuerdo esta pradera…sí. La recuerdo muy bien. Sólo quedan unas dos horas si vamos al galope todo el rato y llegaremos al club hípico con Stacy por fin.
         -Me duele el hombro…me he caído y me he hecho daño en el hombro.
         -Cuando lleguemos podré curártelo. Bueno, si quieres iremos al paso para no hacerte más daño en el hombro.

         -Con el trote me basta. Ayúdame a subir, por favor. –Rayo se había tumbado para ayudar a que María se subiera. Ahora Rayo permitía que María le montase. Le había cogido cariño y la conocía. Así que la dejó montar y nos fuimos a un trote ligero por la pradera mientras yo la contaba lo del chico misterioso.